Tu daga y la mía.



La siento rozando mi brazo: fría, cortante. Me aterroriza, pero me confiere un poder casi inimaginable…

Por supuesto, realmente no la siento; está en el fondo de mi cartera, cuidadosamente guardada en su estuche de cuero. Simplemente, los nervios me están volviendo loca, e imagino que la siento.

Aunque hay cosas que no es necesario que imagine.

Me aferro al bolso, aprieto el paso, muevo la cabeza… intento por todos los medios alejar la imagen de mi cerebro. Pero ya es demasiado tarde: la ciudad entra en un silencio absoluto, los colores se apagan y yo ya no cruzo la calle…

Estamos, de nuevo, en tu cocina, tan asquerosamente limpia y pulcra como siempre… tú sentado en la mesa y yo parada frente a ti. Me miras en estupor, y con un movimiento lo escondes… sea lo que sea lo que me quieres ocultar. No sé por qué demonios lo haces, tampoco me importa. Ya deberías haberte dado cuenta de que lo sé todo.

No hallas qué hacer, no tienes idea de cómo explicarte. Creo que sabes que, digas lo que digas, no hará ninguna diferencia.

Saco con cuidado la daga, llorando. Tú también lloras: el destino nos acaba de conseguir a mitad de camino. Me duele, me duele muchísimo, pero tengo que hacerlo. Sabes que tengo que hacerlo… no esperarías otra cosa de mí.

Regreso al tiempo real y el mundo vuelve a encenderse. Me descubro a mí misma llorando. Pero por inercia, casi por arte de magia, llego a mi apartamento. Las lágrimas apenas me dejan ver, pero logro poner la llave en la cerradura y entrar.

Ya dentro, grito. Grito desesperadamente. Te grito a ti, le grito a ella. Me grito a mí. Lloro, pataleo, no puedo con mi propia histeria. Agonizo.

Me siento en el suelo y me enredo dentro de mí misma. Respiro entrecortadamente, nada tiene sentido, me arrepiento: me duele mi propia locura, y me come viva.

Pero sé lo que tengo que hacer.

De nuevo la saco de su escondite, al fondo del bolso, en su estuche de cuero. Lloro, tiemblo, me gana la histeria; pero, finalmente, hago el corte.

No soy fuerte, te necesito, dependo de ti. No sé vivir sin ti. ¿Por qué tuviste que complicarlo todo, mi vida? ¿No éramos felices? ¿Por qué tuviste que herirme, clavarme tu daga en la espalda…?

Casi bufo ante la idea. No había otra manera de hacerlo, no había otra manera de decirlo.

Me desvanezco entre la ironía. Y, atrapada en tu juego de poderes y en mi juego de palabras, muero.

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Me salió la vena emo, ¿qué se le va a hacer?

2 comentarios:

D. C. Salazar 10 de junio de 2007, 20:35  

I love EMOments!!! Muuuy bueno, muuuuy bien escrito y muuuuy sórdido, just how we like it :D Me likes a lot!

M 11 de junio de 2007, 19:57  

Encantadoramente trágico.

Sigue así :)

起死回生

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Wake from death and return to life

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