Relojes


Los granos de arena del reloj caen hacia arriba, suave y fuerte a la vez. Los sentidos están invertidos y no pasa nada, ya que pasa todo.

¿Acaso el tiempo decidió transcurrir hacia el lado contrario? Quizá la línea recta de la temporalidad decidió estirar un poco las piernas, y torcerse un poco, así con bostezo y todo, como quien no quiere la cosa. ¿Qué pasa entonces, cuando las agujas giran hacia la izquierda? ¿Tac, tic?

Se van y devuelven, una y otra vez. Hasta el tiempo se cansa del tedio a veces, y quiere escapar.

Se vuelve todo al revés, de revés, alverrés. La lluvia sube, los pingüinos vuelan, el mar arremete cuando está en paz y se calma en medio de la tormenta, en la que agua y viento se arremolinan en pasividad absoluta; y mientras, los dioses son tan, tan humanos.

Es una broma del segundero, lo de andar alborotándolo todo. A veces disfruta el caos, creyendo que no puede haber sucesión cuando no existe nada que pueda ser ordenado.

El segundero se cansa del caos, y es lineal una vez más, al menos en apariencia: a veces los dioses creen que el mismo no existió nunca. Regresan, pues, a ser perfectos, a saber qué hacen, a conocer el mundo, a entender la vida.

Pero un dios se queda en el espacio contenido entre linealidad y caos: un dios errante, de camino. No sabe aún qué hace, e intenta por todos los medios quedarse en su pequeño espacio de entrelíneas, creyéndose concreto a pesar de ser pasos borrados por el viento.

Para él, el segundero sigue al revés, de revés, alverrés. Como si la estabilidad y lo concreto no fueran más que otra cara de la libertad.



起死回生

起死回生
Wake from death and return to life

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