Un sueño pequeñito

Hoy soñé contigo. Soñé que soñábamos juntos en el mundo de los sueños. Entonces desperté de golpe: me di cuenta de que no queda más que soñar contigo, ya que perteneces a ese mundo; porque, en realidad, siempre fuiste un sueño.


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La imagen viene de DeviantArt; se llama "Dreaming" y fue creada por Sugargrl14.

Lienzo


El piano de fondo, las cortinas corridas, la media luz de una tarde soleada dentro de un cuarto que se esconde de ella. Fresco, limpio, personal. La imagen perfecta, me dijiste, para tu cuadro, tu obra maestra. Después de entrar a tu habitación me desvestiste y me besaste, sin miramientos, sin problema. Dijiste que te gusta verme beber vino tinto por esa última gota de rubi en mis labios, el último destello de una piedra preciosa a punto de dejar de existir para siempre.

Destrozamos el orden, descorrimos las cortinas, dejamos caer la lluvia y esconderse el sol. Me aprisionaste contra la pared, yo te atrapé contra el piso. Tu me acorralaste contra el lienzo en blanco y me atrapaste en él.

Pintaste a mi alrededor espejos, paredes y juguetes, soles y lunas, lluvia y atardecer. Me colgaste en tu muro, para verme siempre. La imagen perfecta para tu cuadro, dijiste. Me mirabas por horas, te desvelabas pintando paisajes para mí, para que me paseara por ellos. Nunca me pintaste una puerta. Nunca entraste al lienzo conmigo. Nunca más me aprisionaste contra la pared y nunca más quise tomar vino tinto.

No kitsch beyond this point

Bajo el velo se encuentra la realidad. Detrás de la sonrisa, el cántico y el empuje… está el miedo. El terror a ser descubierto: ese núcleo grumoso de porquería que había formado capas protectoras que, cual cebolla, ahora lo cubren.

Acaso en principio el núcleo fuera la sonrisa, el cántico y el empuje, con el miedo como la capa innecesaria que se formó en el camino… pero de eso hacen tantas, tantas lunas que se convirtieron en un solo sol; uno malherido, que ilumina con luz de bombillo de mala muerte y que exuda un calor baboso que se arrastra de un lado a otro.

La luz no es muy difícil de ver; quien sabe mirar la encuentra tras el velo, acechando. Es particularmente notoria en tanto mayor es el empuje, ahí cuando el movimiento corporal lo traiciona ante la histeria colectiva.

Antes de la histeria, antes de que creciera la sonrisa y se hinchara el velo, se le presentó una puerta con una gran mirilla. A través de ella se vislumbraban azules infinitos que formaban siluetas de animales extraños, que nadaban en el fuego y caminaban en el aire.

Dio un paso dentro y luego salió corriendo sin mirar atrás, con la puerta cerrándose tras él.

Fue entonces cuando se ensanchó la capa pútrida, mezclándose con el núcleo (sólo un poco más a fondo: en realidad siempre estuvieron juntos), todo en búsqueda de aquel azul perdido. Aparecieron entonces los signos comunes, todos vacíos al no dárseles otro sentido que el de la búsqueda errada.

Milenios más tarde, después de haber descubierto su error, regresó a la puerta, pero ésta había desaparecido: hay senderos que sólo son visibles por un tiempo y, al elegir pasar de largo, se desvanecen para siempre. Sin embargo, con su visión de panfleto, creyó (todo él, tanto aformidad y como delirios de nostalgia) ver aún la cerradura, e incluso matices de lluvia danzante. Marcha hacia allá, sin darse cuenta de que no hay más que un muro de concreto deteniéndole el paso.

De esta manera, canta ahora con incluso más urgencia, marchando al compás. Negado a leer el aviso en la pared, ese aviso que brilla con más intensidad en tanto la marcha se hace más fuerte y fúnebre: No Kitsch.

Le Grand Secret


Est-ce que tu pourrais garder mon secret?


La ventana, la pared del edificio del frente. El humo. La tarde parisina. Je rougirai quand je te voie. Je le sais. Y pensar en ti. Fumarme ese último cigarro en tu honor, pensando en olvidarte y deseando con toda el alma que tú nunca lo hagas. Une fille qui perd son sang. Una niña que se desangra, la sangre convertida en humo, llora por los dedos y sangra en exhalaciones.


Est-ce qu'on pourrait s’en aller?


El humo sigue ahí. Deseando olvidarte, sangrando de nuevo. Queriendo irme. Queriendo volar. La noche de las alas se llevó lo que quedaba de la niña que sangraba. S’envoler. Pour une dernière fois. Pour toujours. Llévame y déjame ir y venir. Déjame ir y volveré sin miedo. Déjame volar y te llevaré conmigo.


On pourrait bien en fin tout quitter.







Esto salió de aquí: http://www.youtube.com/watch?v=RbapHhRMO7k

N/T


El primer paso fue difícil pero, en fin, algun día tenía que pasar. Encendí el carro y crucé las calles y avenidas que me sabía de memoria y llegué a la casa. Esa casa que a veces era castillo de piedras que susurran y a veces cabaña llena de flores, dependiendo del humor y del recuerdo. Tantos años sin ir, tantos años huyéndole a las tejas caidas y las paredes desteñidas. Algún día tenía que pasar.

Aún recordaba los trucos para hacer funcionar las llaves, levantar en la primera puerta, empujar en la segunda y quitar la cadena interna desde afuera contorsionando los dedos en la tercera; la última vez que lo hice mis manos cabían sin problema por la abertura entre la puerta y el marco. Cerré detrás de mi y aspiré el aire a encierro prolongado, a secretos en las esquinas, a tic tac de los relojes.

La casa estaba oscura, pero no de claroscuro romántico, sino de ese oscuro teñido del marrón del decaer descorazonado, del lento corroer de los armazones, que huele a que algo se está pudriendo desde hace tiempo y a nadie le interesa. Ni las cortinas parecían haberse movido; las puertas hacían el mismo rechinar y los fantasmas aún observaban en los rincones altos de los pasillos.

Mis pies se movieron solos por los caminos habituales de mi infancia, de la sala a la cocina, de la cocina al patio, del patio a mi habitación. Recorrí la casa atrapando los recuerdos que llegaban, decantándolos y ensartándolos en una aguja: una risa, una lágrima, un golpe de niñez, una galleta a escondidas, una cena navideña, un saber qué hacer en un momento de miedo, un beso antes de dormir. Los malos recuerdos quedaron donde estaban, agazapados en los rincones, amenazando con salir.

Tenía que verte. Sabía que estabas ahí, siempre has estado ahí, incluso en mis sueños. Crucé el pasillo que siempre me aterró de pequeña, después de tantas conversaciones sobre sombras que se dejaban ver de vez en cuando, y que nunca se dejaron ver para mi. Abrí la puerta y entré al cuarto. Allí estabas, acostada en la cama, con el edredón de siempre, con la ropa de siempre, con el desdén de siempre. Hablamos, dijiste mucho sin escuchar nada. No querías perder la costumbre ¿verdad?. Tu presencia seguía provocando en mi el mismo miedo de infancia, la misma sensación de que lo que diga estará mal. No sé cuantas veces soñé que te gritaba para intentar que me escucharas, y en todos los sueños mirabas hacia tu derecha, siempre tu derecha, para que yo me diera cuenta que te importaba poco, no sé qué era, pero te importaba poco. Tu voz está más inestable, pero sigue siendo esa voz que escuchaba como el sonido de un cello quejumbroso, que me llenaba de ansiedad.

Dijiste algunas cosas que no debías decir, algunas otras que no quería escuchar. Como siempre ocurre, no pude escucharte más. Ya había hecho lo que tenía que hacer. Me despedí de lejos por última vez. Tu voz me siguió sin acompñarme hasta la entrada del pasillo. Tu voz de cello, tu voz de mando, esa voz que sólo una vez en su vida, y sólo a Dios, supo dar las gracias.

Una Tarde



Mi tía me dijo esta tarde que los truenos y las nubes grises en el cielo eran Papá Dios que estaba molesto conmigo. Pero a mí no me engaña, yo sé que Papá Dios tiene cosas más importantes que hacer, además, lo único que hice fue no comerme las coles, y Papá Dios tampoco come coles. Yo sabía que ese ruido en el cielo era Papá Dios y los ángeles jugando bowling. Todos se fueron a dormir después del almuerzo y me dejaron sola. Ellos creen que me da miedo estar sola pero a mí me gusta, así nadie me pregunta qué hago parada en la mitad de la escalera sin moverme o por qué miro a la pared y me río o por qué me quedo callada cuando me preguntan cosas. Me asomé a la ventana a ver la lluvia, esas gotitas de agua que caen del cielo sobre las montañas. Mami dice que las montañas son tierra que crece más alta que el suelo. Pero si crecen entonces son como los árboles, y si son como los árboles entonces tienen raíz, y yo busqué en el patio la raíz de una montaña y no había, así que mami tiene que estar equivocada; se lo voy a explicar un día, le voy a decir "mami, las montañas no tienen raíces así que tienen que ser gigantes que se quedaron dormidos y no se dieron cuenta que la grama les empezó a crecer encima". Y mami seguro se ríe y me da un beso, siempre hace eso cuando se da cuenta de que se equivocó y no quiere decírmelo.

Cuando el cielo se puso oscuro mi tía me dijo que Papá Dios se fue a dormir y que por eso tengo que dormir yo también. Me acostó en la cama y me arropó, apagó la luz y prendió la lámpara de la mesita de noche, después mami fue a darme un beso y decirme "hasta mañana". Cuando cerraron la puerta me levanté. Yo sé que Dios no está dormido, porque en China los niños se están despertando y los tiene que cuidar a ellos también, entonces Papá Dios no puede dormir y entonces yo tampoco tengo que dormir si no tengo sueño. Además, los ángeles siguen jugando en el cielo y cuando hacen mucho ruido me cuesta dormir. No es que me dé miedo, no, pero me gusta cuando sólo suenan los grillitos, porque así es como mi abuelo me dormía antes de que se fuera al cielo.

Una vez le pregunté a mi mamá por qué Papá Dios se había llevado a mi abuelo y ella dijo que en el cielo había un angelito enfermo y necesitaban a un médico que lo curara. Por eso mi abuelo se fue. Lo que no entiendo es por qué no lo ha devuelto. Ya el angelito debe estar bien, si están jugando bowling en el cielo entonces no puede estar enfermo, porque sino estarían todos cuidándolo. Entonces ya Papá Dios me puede devolver a mi abuelo y así mami, tía y abuela van a estar felices como antes de que se fuera. Seguro que está muy ocupado y no se da cuenta que ya tiene que devolver a mi abuelito. Mejor me visto y le voy a avisar. Papá Dios a esta hora debe estar en China y mami me dijo que eso era lejos, así que voy a salir ya para volver antes que mami se despierte.

Notas de un ñorofo perdido...

Por cosas de la vida, a veces uno se consigue páginas de especies en peligro de extinción... así Delia y yo nos conseguimos algunas palabras hermosas que venían del último ñorofo cósmico en existencia. Así, para no dejar olvidado el blog e intentar preservar una especie muy querida, les dejo un par de artículos hermosos, ambos escritos por Jesús Rangel:

Corazón a veces se escribe con E

Eres de la generación de los playgrounds con piso de concreto, de fracturarse una pierna a los 6 años por no haber pisado la pata del columpio antes de brincar del tiovivo a la cabeza del gusanito de metal. Eres de la gente del coraje, amas con todo, amas de frente, amas con garra, amas con sangre. Amas que dejas un nudo en la garganta cuando partes. Y ríes con la carita toda arrugadita. Y lloras sin dejar de mirarme, sin siquiera pestañear.

Eres la melena azabache de tus ancestros que cabalgaron la pradera, de piel mestiza, fuerte, con olor a historia. Eres la pequeña boca perfecta, el beso suave y preciso como el agraciado golpe de arte marcial, del viejo maestro que sin esfuerzo te parte el alma. Eres sabor a nostalgia, a lanzar los papeles de mi escritorio cuando me asalta el recuerdo de besar tus dientes mientras ríes a cosquillas, a susto en el pecho de tenerte lejos, a sueño mojado, dormido y despierto.

Tu mirada. Que Dios me castigue por intentar ponerla en palabras. Tus ojos sonríen y se abren, con garra, con sangre, tal vez sólo conmigo, tal vez con otros, no lo sé porque no me has mirado a otros ojos sino los míos. Y porque te veo a tu paso ganándote al mundo, con tu acento dulce de pueblo pequeño hablando palabras de metrópolis con muchos museos; con tu reír cantando y tus por favor y tus gracias para quien sostiene el mandato y quien sostiene el lampazo. Y también, tal vez, con tu mirada, de forma de almendras y color del negro salvaje abismo, tu mirada espiral que me succiona hasta tu boca, desde el otro lado del cuarto, desde mi silla, desde mi otra ciudad me halan hasta tu boca, y mis manos entre tus dedos contra la pared, mi cintura empujando contra la tuya con la autoridad de la fuerza de la naturaleza. Desde ese rincón en mi baño para los días de llorar tu ausencia, no hay escapatoria de tus ojos sonrientes que sonríen con esa sonrisa de morderte esos labios que golpean suave en ese lugar donde se quiebran dos almas y se mezclan para formar gritos de amor animal, adolescente, puro.

¿Será así, que nadie lo sabe, y tienes una mirada secreta, y la usas sólo para mí? No respondas, deja que me guste esa canción. Pero no dejes ya que mi cintura te llame, ella insiste en que es natural.

Eres pubertad, eres pisar la grama con los pies descalzos y apretar los deditos para sentir la tierra mojada, eres fugarse del colegio para ir a verte sin que mis padres se enteren, cambiándome la ropa en plena carrera para que no me vean en uniforme. Sí, eres correr sin camisa por la calle, enamorado del amor. Eres la muchachita linda que escucha Matchbox con el chico que escucha Metallica, y se ven tan lindos él de negro con barba y tú de rosado y un cintillo.

Eres la esperanza, eres del Benedetti y de acurrucarse toda la noche. Eres de los lobos, de los melancólicos, de los del viejo amor inolvidable. De los que saben el significado y el trabajo del amor, de los que se tenían que parar de la silla para cambiar el canal, de abrir un libro pesado para aprender.

De aullarle a la luna por la caricia que se fue de la única mano que encaja perfecta entre tus dedos.

No aúlles más, te lo ruego, que la luna me cuenta. Creo que te quiere mucho. Y no le gusta verte triste.

Jesús

(Y cantarte la misma canción una y otra vez por las noches hasta que te durmieras. No sé donde ponerlo, pero tenía que decirlo)


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Ya sé lo que eres

Eres las raíces de la fraternidad que hemos perdido, y sobre esas raíces se irgue el prehistórico tronco del solemne estoicismo, la inamovilidad, la fuerza, tu fuerza. Eres la cálida luz en la cima de ese tronco que ilumina la ciudad oscurecida en animalismo, en vulgaridades gritadas por la calle y la gente que no devuelve los buenos días.

Eres la prosa amable del buen pastor que guía a su rebaño entre los peligros del reino que canta canciones de putas discotequeras, que siliconiza la belleza. Eres la sola risa despreocupada, la ermitaña musa fiel, y el abrazo que mitiga los dolores de espalda.

Eres jazz, Fiona, eres palabra, descanso, sostén, calor, piel gruesa, licor con leche condensada.

Eres el hombre con la historia de la sensación sutil y salvaje, de sueños de la muerte persiguiéndote en tardes de primavera, entre pasto alto, cielo azul y hojas de arce que caen lentamente. La historia de despertar el alarido de rabia, el llanto de desesperación, el suspiro del éxtasis y el gruñido de la envidia. Todos se cancelan, y uno queda sin palabras.

Eres sombra en el desierto moral inclemente de nuestra nación, eres vibra, eres sabia paciencia, eres ejemplo perdido en un pueblo que le levanta religiones a los celulares con muchos botones y a los egos con muchos m0j0n3s.

Eres el pobre más rico que conozco.

Tienes más gatos que una vieja solterona, y más mujeres que el rey que esconde su corona.

Algidez, sencillez, solidez.

¿No entiendes lo que te digo? Que el mundo te necesita. Entre sillas de plástico, jalones de pelo, y hablar más a las espaldas del necio. Entre las cornetas estridentes, el asfalto acalorado y los sentimientos lastimados. Ya, a mí, me demostraste que no necesitas al mundo. Tal vez a ti mismo no, todavía. Pero míranos a los ojos. El mundo te necesita.

Y yo tampoco sé por qué te escribo esto

Jesús Rangel

Relojes


Los granos de arena del reloj caen hacia arriba, suave y fuerte a la vez. Los sentidos están invertidos y no pasa nada, ya que pasa todo.

¿Acaso el tiempo decidió transcurrir hacia el lado contrario? Quizá la línea recta de la temporalidad decidió estirar un poco las piernas, y torcerse un poco, así con bostezo y todo, como quien no quiere la cosa. ¿Qué pasa entonces, cuando las agujas giran hacia la izquierda? ¿Tac, tic?

Se van y devuelven, una y otra vez. Hasta el tiempo se cansa del tedio a veces, y quiere escapar.

Se vuelve todo al revés, de revés, alverrés. La lluvia sube, los pingüinos vuelan, el mar arremete cuando está en paz y se calma en medio de la tormenta, en la que agua y viento se arremolinan en pasividad absoluta; y mientras, los dioses son tan, tan humanos.

Es una broma del segundero, lo de andar alborotándolo todo. A veces disfruta el caos, creyendo que no puede haber sucesión cuando no existe nada que pueda ser ordenado.

El segundero se cansa del caos, y es lineal una vez más, al menos en apariencia: a veces los dioses creen que el mismo no existió nunca. Regresan, pues, a ser perfectos, a saber qué hacen, a conocer el mundo, a entender la vida.

Pero un dios se queda en el espacio contenido entre linealidad y caos: un dios errante, de camino. No sabe aún qué hace, e intenta por todos los medios quedarse en su pequeño espacio de entrelíneas, creyéndose concreto a pesar de ser pasos borrados por el viento.

Para él, el segundero sigue al revés, de revés, alverrés. Como si la estabilidad y lo concreto no fueran más que otra cara de la libertad.



Victoria




Victoria se cansó de caminar. Se cansó de andar vagando con su balanza, pesando corazones justos e injustos. Se cansó de ver la balanza inclinarse hacia la izquierda. Demasiados corazones livianos, llenos de aire, llenos de nada. Demasiados corazones que no podían inclinar la balanza a su propio favor. Se cansó de caminar y se sentó en la proa del navío que partía con el sol hacia Samotracia.

Victoria escondió su cara detrás de sus manos y lloró. La balanza infalible resquebrajó su voluntad de piedra; pronto el llanto resquebrajó también su piel. Las lágrimas saladas fueron levantando pequeños sedimentos de piedra. Primero se deshicieron sus pestañas, luego las mejillas, luego los ojos. Se deshizo en llanto hasta que sus manos fueron pedacitos de piedra gris en la cubierta de la nave. Se deshicieron sus brazos de tanta sal y agua en su llanto. Se deshizo su cara de tanto llorar.

El capitán del barco vio a Victoria, sentada fugitiva en la proa. Niña de piedra resquebrajada, hecha de sedimentos grises que perdían fuerza poco a poco y caían al suelo. Niña sin cara, sin cabello, sin manos, sin brazos, sin fuerza para más. El capitán lloró por ella, lloró de su llanto para que ella, ya sin rostro, pudiera terminarse de desahogar.

Lloró por la niña desdibujada hasta que no pudo llorar más.

El capitán recogió los pedazos de piedra gris que quedaron regados por la cubierta y la balanza que la niña de piedra, sin brazos, ya no podía sostener. Fundió la balanza en la fragua del puerto. Unió los pedazos de piedra y sobre ellos vertió el hierro líquido.

Ya el barco estaba por zarpar. El capitán se acercó a la niña de piedra que aún se sentaba en la proa. "Guía mi barco" le dijo, y a cambio le regaló un par de alas. Alas de piedra y hierro que el agua ya no podía desdibujar.

Victoria se sentó en la punta del barco, de cara al viento, de cara al mar; sin miedo ni a la sal ni al agua, sin miedo a los corazones vacíos. Victoria guió el barco hasta su puerto y, ya en Samotracia, voló; voló con alas de hierro y piedra hacia el cielo, hacia el fuego, hacia la tierra y hacia el mar.

La lluvia


Desde siempre, la lluvia: bañándose en ella, con la vestimenta ciñéndosele al cuerpo. En la locura de la caída, danzando con ella, queriendo mezclarse… hasta que, finalmente, lo hace.

En el sin sentido de la lluvia, feliz como se es al entender desde el instinto, por ilógico que parezca todo. Luego, al ya ser parte de la lluvia, pasa el viento y se encarga de las miles de gotas, llevándolas a conocer lo más absurdo, maravilloso y recóndito.

Queda pues una gota, un mínimo pedacito del ser anterior (de esos que son todo y nada, por supuesto)... una gotita que llega, como quien no quiere la cosa, a los labios de quien inspiró todo.

Entonces, el Destino.


起死回生

起死回生
Wake from death and return to life

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