Aqueronte



Comenzó como un espasmo, un pinchazo doloroso como una daga en el pecho. Luego el frío me caló hasta los huesos y la luz fue desapareciendo. La oscuridad me embargó, el mundo entero se apagó, pero el frío seguía ahí.

Y luego lo vi.

Un mundo gris de piedra húmeda y metales corroídos. El sonido del viento y un lejano gotear era lo único que escuchaba. Ahí, en una orilla cercana, estaba Aqueronte, con su cuerpo esquelético en el borde de su barca de madera, sus manos de cadáver en una vara y sus ojos hundidos fijos en mí.

- Sube- me dijo.

Así lo hice.

La barca se alejó de la orilla con un impulso de la vara del barquero. El agua estaba calma, negra y fría como la muerte. Cruzamos el río lentamente, sin prisa alguna. Aqueronte permanecía silencioso mientras yo miraba hacia el agua. Pude ver los restos del Argos, corroído y mutilado; aquel que un día fue grande hoy es solo escombros.

- ¿Por qué tuvo que morir?- pregunté

- Todos mueren- dijo Aqueronte- Todos cruzan el río.

- Mi nombre es…

- No tienes nombre aquí- interrumpió- Ya no eres, nunca serás y por todo lo que sé nunca fuiste. Aquí sólo son las piedras y el agua. Nunca tú, ni yo.

Miré de soslayo a las piedras. En lo alto del risco, donde debería estar el cielo, había personas que se aferraban al borde tratando de no caer.

- No entienden- dijo Aqueronte siguiendo mi mirada- Pasan su vida preguntándose que hacen arriba y sin embargo no se dejan caer.

- ¿Qué hacemos allá?

- Vivir.

- ¿Para qué?

- Para morir

El viaje terminó en silencio. Aqueronte llevó la barca hasta la otra orilla, donde las piedras eran negras y el aire aun más frío. Alargó su mano hacia mí y me miró con sus ojos sin brillo. Tomé las monedas que habían dejado en mis ojos.

- Dos monedas para el barquero- dije, y las deposité en sus manos cadavéricas.

Continué mi camino por la cueva, escuchando susurros detrás de cada piedra. El viento helado los traía consigo desde el fondo del camino; el aliento de la muerte trae gritos de aquellos que ya no están, ni estuvieron, ni estarán de nuevo.

Una figura negra franqueaba mi camino. Hades, el Señor del Inframundo, extendía su mano hacia mí. La tomé y sentí que el frío de apoderaba de mi. Miré a sus ojos de abismo y me sentí caer, preso de un dolor profundo, ya no corporal sino infinito; un dolor que presionaba mi alma, el alma que él estaba a punto de llevarse.

Caí en un pozo profundo, lleno de rostros perdidos y hace tiempo olvidados. Floté escuchando gemir a las almas que compartían mi muerte, gemí con ellos. Fui un rostro más en el pozo, otra alma perdida que vivió para morir, murió, y ya no es, ni fue, ni será jamás.

1 comentarios:

carolina 12 de junio de 2007, 6:42  

Fiesta de almas robadas aqui y alla, tomadas sin permiso, sin aviso...como al descuido, y no hay tristeza en la mudez del cementerio,ni oraciones entre manos blancas, ni el ay que me muero, ni el llanto ahogado por el viento que ya no aulla ni calla. solo queda cansancio de pies desnudos en piedras afiladas, puertas carradas que hablan de la esperanza que fue y ya no esta y nunca fue. pasos cansados que no se donde llevan el rumor de los espejos, un tren se aleja, al cielo o al infierno....?, ojos sin vida te miraran desde lejos.


Hija, te la comiste, esta hermoso, te felicito.
Yo
Un besooote....

起死回生

起死回生
Wake from death and return to life

Facebook Widget

Seguidores