Mi París anacrónico


Hagamos un viaje ambos, o los tres, o los cinco:

Recorramos, por separado para terminar juntos, el París de los sueños: el poblado de estrellas, con la luna que canta ópera; el que tendremos siempre.

Caminando a orillas del Sena (aunque es femenina; sólo en París, sólo en París), viendo la caída de las hojas marrones de los árboles impúdicos, que se desnudan lentamente. Hay un frío que cala en el alma, sí, y viene con una lluviecita precisa y aguda; pero no pasa nada, es París, y así debe ser. El otoño es inescapable, mientras estemos nosotros.

Aquí en St. Michel, justo al borde del río y debajo de la catedral, Audrey cometió un error grácil (claro, Audrey no puede ser nada menos que grácil) y llenó a Cary de helado. Jesse y Céline los ven desde el bateau turístico, mientras hablan de aquella noche en Viena nueve años atrás, rodeados de su aura de nostalgia.

Nina Simone menea su existencia – click, click, click, click; está en concierto, y el gnomo de Amélie es el primero en comprar su entrada. Uf, qué envidia, lleva más mundo recorrido que todos nosotros juntos.

Me acabo de conseguir a Brando, quien mira la ciudad con aire de angustia. Para él siempre es invierno o quizás verano; el otoño, la primavera y, en general, los puntos medios, no van con él. No, no; con Brando va la mantequilla y los amores de ascensor. Capaz y que acompañado por el gnomo de Amélie, y todo – al muchacho le gusta experimentar.

Sigo el recorrido y me topo con Gene Kelly, que se toma un café en Montmartre. Bailo con él, ¿cómo no? Aunque no sepa bailar. Da igual, los zapatos mágicos hacen el truco por sí mismos, al igual que Gene Kelly; Ewan va pasando y se nos une en canción, recordando a su Marguerite Gautier de diamantes.

Convergen todos en ese París anacrónico de atmósferas variadas, guiados por Rick e Ilse, quienes vivieron su tiempo eterno cuando los alemanes llevaban gris, y ella azul. Ese París que, a pesar de haber sido creado en Burbank, sigue siendo más eterno que el real e innombrable.

Gringoire está parado en la plaza de la Catedral, narrando la historia de las campanas del jorobado, las que gimen por su gitana. Entonces, sin habernos dado cita, nos conseguimos todos justo al cruzar el puente, hojeando páginas viejas en la Shakespeare & Co.

No hacen falta palabras, porque ya sabemos que es justo ahí cuando realmente comienza la travesía.


4 comentarios:

Pandacucho 1 de mayo de 2009, 9:28  

Yo quiero ir.

"Al muchacho le gusta experimentar" xD

Anónimo 2 de mayo de 2009, 5:07  

YA YO FUI... Y LA ÚLTIMA VEZ, NO POR ÚLTIMA VEZ, COMÍ PAN CON SALCHICHON, VINO Y CIGARRILLOS FRENTE A UNA NOTRE DAME QUE SE TEÑIA DE GRIS... GRIS PRIMAVERA FRIA, DE LLUVIA FINA, CON UNA BELLA MUJER, NIÑAS TONTAS QUE CONFUNDIAN HUGO CON DISNEY Y UN MUNDO DE ENSUEÑOS QUE CASI CASI SE PODÍA MORDER...
(EL HOMBRE QUE ESCRIBE GRITAO)

D. C. Salazar 4 de mayo de 2009, 11:17  

Paris... ay loca... Te odio y te amo por esa entrada

Charal 5 de mayo de 2009, 19:18  

Oh! que bonito que se cuenta! ^^ -y siempre nos quedara Paris-
De lo poco que lei me ha gustado, trasmites en grande cuando escribes, enhorabuena! =)

起死回生

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