Blanca


Lo ansiaba más de lo que podía expresar en palabras. Y cómo añoraba el tacto: el buscar su boca y encontrarla, para sentir su piel contra la suya… y, especialmente, aquella sensación (que sabía era inventada) de ser parte de él, al menos por momentos.

Le molestaba tener la clara impresión de que él lo sabía demasiado bien. Él, ahí, frente a ella, siendo la tentación más absoluta; tentación que emitía la imponencia de su cuerpo, los matices de su mirada y la forma de sus labios, el contraste de su piel contra la suya propia; tentación que salía de las manos que, con sólo cerrar los ojos, sentía recorriéndola, centímetro a centímetro.

Siendo, además, la sombra del ansia pasada, presente y futura. Siendo la representación del deseo, de la lujuria más infinita, de la rabia, del amor... de la dualidad.

De su humanidad más pura y salvaje.

Nunca en su vida había sido adicta a ningún tipo de sustancia, y no por no haberlo intentado. Siempre había pensado que, simplemente, no poseía una personalidad adictiva.

Hasta que lo conoció a él; fumando sus besos, inhalando su piel e inyectándose su esencia. Y nunca más fue la misma.

Entonces, habiendo admitido su adicción, con todo el daño que ella conllevaba, se alejó, decidida a no volverlo a ver… porque sabía que su mera presencia, e incluso el rumor de su nombre susurrado por otra persona, le afectaba más que cualquier otra cosa en el mundo.

Pero ahora, tanto tiempo después, ahí lo tenía, frente a ella, esperándola. Y acababa de decir todo lo que ella había esperado que dijera: que la quería, que la necesitaba, que ahora se daba cuenta de todo lo que había hecho sin saber, y de todo lo que no había hecho por tener el corazón prendado tras otra mirada.

Regresó al momento presente, más allá de los recuerdos, más allá de las autoconfesiones. Lo miraba fijamente, abrumada, narcotizada por su presencia; bajo la remota impresión de que tenían que haber pasado al menos cinco minutos desde que él hubiera dicho aquellas palabras mágicas. Y ella sólo quería abalanzarse hacia él, consumirlo de arriba abajo, dejarlo que la consumiera.

Era eso lo que la detenía: el saber que todo sería igual. Que ella se olvidaría de sí misma y se entregaría a él completamente, de nuevo, anulando su propia personalidad. Porque sabía que ella no era ella cuando él estaba presente; era sólo aquello que él deseara que fuera, sin nombre, sin alma, sin nada que él no pudiera moldear a su antojo.

- No – dijo, con la voz queda de quien hace un esfuerzo sobrehumano -. No, ya no. Es muy tarde. Ahora sé que voy más allá de esto, y más allá de ti. Y no es porque no me gustaría… - tragó saliva, sin siquiera estar demasiado segura de por qué le admitía aquello a él -… créeme, nada me gustaría más. Pero…

- Pero, ¿qué? – y salió su vena impaciente, brutal, la que le había dado turbulencia a su vida por demasiado tiempo -. Tú quieres, yo quiero. ¿Qué más importa?

- Yo – dijo, su voz un poco más segura -. Yo importo. Y, por mucho que te adore, por mucho que… por mucho que todo, no. No debo – soltó un largo suspiro y apartó la mirada, como rompiendo un nexo -. Y te agradecería no volverme a hablar nunca.

Antes de que él tuviera tiempo de replicar, dio media vuelta y se fue. Era huir, y lo sabía… pero no le quedaba de otra.

Porque quedarse otro minuto más hubiera sido como un cocainómano acariciando una bolsita de polvo… más temprano que tarde, hubiera reincidido y vuelto a caer. Y hubiera regresado al abismo de su cuerpo, dándose la espalda a sí misma.

Así, apretó el paso, alejándose más de la idea de él que de él mismo… porque sabía que él no iría tras ella, igual que nunca lo había hecho. Y sintió una especie de temblor en su alma… el de quien sabe que ha hecho lo correcto pero se pregunta por qué demonios tuvo que hacerlo.

4 comentarios:

Anónimo 3 de febrero de 2009, 19:20  

El final se come al resto.

Me agradó mucho.

Anónimo 5 de febrero de 2009, 13:04  

Ya te lo dije... Intenso. Nunca había leído algo tuyo escrito con tal intensidad y... no sé... fuego quizá. Lees y te quemas un poco, y de eso se trata.

Cheers babe. You nailed it.

(y no es anónimo, es Delia pero no recuerdo mi contraseña :P that might pose a problem)

Anónimo 6 de febrero de 2009, 18:13  

Me erizo todo Victoria.

Maria Alexandra 14 de febrero de 2009, 8:35  

ADMIRACION. En todos los sentidos y en mayúsculas. Ojalá esa sola palabra, como dice Delia, baste para sanarte

起死回生

起死回生
Wake from death and return to life

Facebook Widget

Seguidores