No creas que son tus palabras,
dudo incluso que sean tus besos
o tu mirada
o cualquiera de tus atributos
(que existen,
claro que existen).
Empiezo a creer que no tiene nada que ver contigo,
ya no,
si acaso fue así alguna vez.
Me pierdo en mí misma,
pero sólo para conseguirme en ti:
porque reflejas mi incertidumbre eterna,
porque me parece entender demasiado bien,
porque tengo la impresión
de que o tú no entiendes nada,
o te niegas a hacerlo,
o soy yo quien se niega a ver
tu propio esclarecimiento,
acaso más real que el mío.
Da igual,
el control está sobrevaluado
y es símbolo de prepotencia:
así que me seguiré perdiendo,
encontrando,
comprendiendo,
y cualquier otro verbo
que se le antoje al momento.
**************************
Tengamos piedad de una eterna enamorada de la prosa que por primera vez en su vida le es infiel con otra...