La chica de las epifanías, o espejito, espejito


Toda su vida se había preocupado mucho, demasiado, por todos y todo cuanto la rodeaba. De ahí, por miedo, había sacado una vida apacible y desapasionada, a pesar de carcomerse a sí misma, frecuentemente, en pasiones desaforadas, todas metidas en un armario. Se refugiaba en ficciones, las suyas y las ajenas. Y, en divina ignorancia, nunca fue infeliz - a la misma medida, al no conocer más que la tranquilidad, tampoco sabía a ciencia cierta qué era la felicidad.

Un buen día decidió exponerse al mundo, materializar sus ficciones, vivir con las imperfecciones de los demás... y enseñar las suyas propias. Así explotó aquel torrente de emociones, guardadas desde hacía tanto, y casi se le salían por los poros: amó, odió, fue, se confundió, no entendió nada y, finalmente, lo comprendió todo:

Sucedió de golpe, cuando pasó el umbral de lo real. Porque entonces vio que ella misma lo había provocado todo, puesto que ella era, absolutamente, la dueña, ama y señora de su destino... incluso a pesar de su impresión eterna de ser una marioneta de los dioses.

Al saberlo, se sintió feliz. Porque había pasado la página ficticia y sentía, sentía, sentía. Y era, de verdad, más que nunca. Y el mundo, a su vez, veía que ella era y la abrazaba, y sentía con ella: mientras ella así lo quisiera nada, ni nadie, podría evitar sentir su presencia.

Caminando por una calle, despreocupada como nunca lo había estado, se encontró con su reflejo en una superficie tan mundana y enviciada como lo era la vitrina de una tienda cara. Y, sin poder (ni querer) evitarlo, se le escapó una sonrisa: por primera vez desde que tenía consciencia, se sintió bella.

起死回生

起死回生
Wake from death and return to life

Facebook Widget

Seguidores